lunes, 27 de agosto de 2012

4. El compromiso


Todo estaba muy oscuro. Era una noche sin luna, y no había más luz que la que proyectaban las antorchas de las patrullas que vigilaban la ciudad. Eran especialmente cautos por la noche, debido al riesgo de peleas, asesinatos o alguna cosa así, por lo que a esas horas había que evitarlos especialmente. 

Los padres de Garen estaban durmiendo, a si que decidió aprovechar la ocasión. Abrió la ventana lentamente para que no hiciera ruido, se colgó de la ventana y se dejó caer. No era una gran altura, pues su habitación estaba en el primer piso, por lo que no se hizo daño. Una vez abajo, se puso una capucha y fue corriendo por entre las casas en dirección a la casa de Leynard el Sabio. Mientras el muchacho recorría las calles empezó a llover, por lo que tuvo que acelerar el paso. Sin embargo, seguía sin saber cómo iba a salir de la ciudad, pues lo más seguro es que las puertas estuvieran vigiladas y no le dejaran salir, si no lo detenían. Mientras pensaba sobre todo esto, llegó a ellas, pero había una sorpresa. Los guardias no estaban, pues seguramente se habrían ido a la taberna a refugiarse de la lluvia y, cómo no, a beber. Después de un rato de marcha, Garen por fin pudo ver la casa del anciano. Estaba sobre una colina, en la cual había un camino que llevaba hacia la vivienda que estaba rodeado de un mullido césped. El muchacho se aproximó a la casa, se introdujo en el porche y llamó.

Al cabo de un rato, el anciano abrió la puerta con cara de sueño y hastío. Parecía que acababa de despertarse y a juzgar por su expresión, pensaría que Garen había ido a preguntarle alguna cosa sin importancia, tal y como hacía la mayoría de la gente.
-¿Qué quieres?-preguntó Leynard
-Verá-respondió Garen-, quería preguntarle algo importante.
-Si lo que quieres es consejo sobre una moza te estás equivocando, joven, pues ahora no estoy para esas tonterías. Vuelve mañana y si estoy de humor te aconsejaré.-dijo el anciano, mientras cerraba la puerta. Sin embargo, Garen estuvo bien de reflejos y le impidió cerrarla.
-Verá, es algo importante, es sobre una especie de… sueño que tuve.
-Continúa.-dijo Leynard, algo más interesado en el tema.

Entonces, Garen le contó todo lo que le ocurrió, tal y como hizo con Seira, aunque esta vez con esperanzas de poder solucionar sus problemas. Sin embargo, antes de que pudiera terminar, Leynard, con una clara chispa de esperanza en los ojos, agarró a Garen y le metió dentro de la casa. Una vez dentro, el anciano, sin prestar atención al sorprendido muchacho, cerró la puerta y todas las ventanas, corriendo después las cortinas. Tras esto, miró a Garen y le dijo:
-Te he estado esperando durante toda mi vida. Hay algo que no sabes, y que, si no me equivoco, debido al tiempo, sólo yo, Mortmer y el fénix sabemos.
-¿El fénix?-preguntó Garen incrédulo y sorprendido.-Los fénix no existen, no son más que cuentos de niñ…
-Si no sabes de lo que hablas, cállate. El fénix fue lo que viste y lo que te habló. Y ahora, si me dejas, te contaré la historia que de verdad ocurrió y no la que te han enseñado. Sin embargo, una vez que la oigas, no habrá marcha atrás, y tendrás que aceptar las responsabilidades que ello conlleve, las cuales, son muchas y muy importantes. ¿Qué dices?

Garen se quedó dubitativo. ¿Responsabilidades, por oír una historia? Pero bueno, si había ido allí a por consejo, no a por responsabilidades. Sin embargo, había algo en el, un instinto, como el que le había empujado a entrar a la cueva y a mirar al agujero, el mismo que le llevó a la voz. ¿Y si todo aquello no era casualidad? ¿Y si debía dejarse llevar y aceptar? Tras meditarlo un breve tiempo, contestó:
-Acepto

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