De repente, oyó un sonido, algo parecido a un desperezo. Eso
no era un ciervo; mientras meditaba sobre lo que podía ser, empezó a oír el
caminar de un animal. Fuera lo que fuera era grande, pero no como un ciervo; preparó
la flecha, pues aunque no sabía lo que era, sabía que no sólo debía luchar con
esa bestia por comer, sino por sobrevivir. Entonces, ante sus ojos, apareció un
oso hambriento. Por primera vez en su vida, el cazador resultó ser cazado. El
oso le miró mientras se levantaba para intimidarle; Garen dejó su mente vacía y
le apuntó al cuello, pero aunque no aceró a su blanco, por suerte le clavó la
flecha en el pecho. El oso, aunque debilitado, atacó desesperadamente para
defenderse, en una danza de muerte en la que sólo uno podía salir con vida. Debido a la herida, sólo podía hacer
movimientos torpes, por lo que Garen esquivó la primera embestida, aprovechando
para sacar su cuchillo. El oso le lanzó un zarpazo, pero el muchacho lo esquivó
mientras le hacía un tajo en una pata. En ese momento, toda la cueva retumba
por los gritos del oso, el cual se giró mientras lanzaba un zarpazo hacia la
cabeza de Garen. Este se agachó para
esquivarlo e inmediatamente después le clavó el cuchillo en el abdomen.
El oso, muy malherido, se quedó a cuatro patas mientras se
creaba un charco de sangre por sus heridas. Éste miraba a los ojos de Garen
pidiendo clemencia, pues ya no le quedaban fuerzas para luchar; el muchacho,
compasivo, se dio la vuelta para irse, pues se había apiadado del pobre animal.
En cuanto le dio la espalda, el oso, justo antes de morir, le dio un golpe en
la cabeza, y, a Garen todo se le tornó negro, y perdió el conocimiento.
Cuando despertó, el oso ya había muerto, pero Garen estaba desorientado
y tardó un rato en recordar lo que pasó. Cuando por fin consiguió hacerlo, sacó
su cuchillo y empezó a destripar al oso para conseguir la carne que muy justamente
se había merecido. Cuando ya estaba terminando, hubo un temblor que sacudió
toda la cueva: caían estalactitas y rocas por todas partes. Cayó una
estalactita muy cerca del muchacho, y esquivó que iba hacia su cabeza. Entonces,
cayó otra muy grande y gruesa creando un gran agujero en el suelo.
Cuando el temblor acabó, Garen sintió un presentimiento que
le empujó a acercarse al agujero para verlo: era muy profundo, y estaba todo
muy oscuro; sin embargo, tenía una leve inclinación, como si fuera un gran
tobogán. De repente, otra estalactita, que se quedó en un estado muy frágil
tras el terremoto, cayó detrás del muchacho, el cual se asustó y se precipitó
al vacío. Resbaló por el agujero durante algunos minutos que se le hicieron
eternos; de repente, llegó al final y una intensa luz le deslumbró. Entonces,
oyó una voz profunda, cálida y femenina. Era tan dulce que Garen, al oírla, se
sintió en paz, como si no tuviera nada de qué preocuparse, y sus heridas y lo
que pasó antes del terremoto que le arrojó hasta allí hubiera sucedido.
-No temas Garen, te estaba esperando.
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